La verdad es que, a partir de la pérdida de la hegemonía de España en el siglo XVII, nuestra política exterior se ha caracterizado por su timidez y por ser reactiva a los acontecimientos, pero nada se parece a la nefasta gestión desarrollada por el tándem Zapatero-Moratinos.
En estos momentos, y sin peligro de equivocarnos, podemos decir que no tenemos política exterior; todo lo que se trabaja en ese terreno se hace mirando al interior de España, es una parte de la política interior. Recuerdo al inefable Moratinos arrastrándose junto a Hugo Chávez y acusando al anterior gobierno español de propiciar un golpe de Estado en Venezuela o la complacencia con que Zapatero escuchaba los insultos de Chávez a Aznar, lo que obligó a intervenir al Rey en esa especie de jaula de grillos que es la conferencia España-Latinoamérica.
El logro en política exterior del que se enorgullece el gobierno, la ridícula alianza de civilizaciones, no es otra cosa que llevar la contraria a Aznar en su apuesta por la guerra contra el terrorismo de Bush. ¿Y qué decir de la retirada de Iraq o la insistencia en llamar a la guerra de Afganistán misión humanitaria?
En Hispanoamérica, y a pesar de la gran relación humana, cultural y económica ya que compartimos industrias culturales y somos el segundo inversor, nunca hemos sido tan poco respetados.
El despiste de los socialistas en materia de exteriores, su desprecio a los intereses de España como cuando el presidente se fotografió en Rabat junto un mapa que incluía en Marruecos a Ceuta, Melilla y Canarias o cuando llevó a Estrasburgo el asunto del proceso de rendición ante ETA, a mi entender pura y simple traición, llega al límite de la negligencia culpable.
El despiste de los socialistas en materia de exteriores, su desprecio a los intereses de España como cuando el presidente se fotografió en Rabat junto un mapa que incluía en Marruecos a Ceuta, Melilla y Canarias o cuando llevó a Estrasburgo el asunto del proceso de rendición ante ETA, a mi entender pura y simple traición, llega al límite de la negligencia culpable.
La consecuencia de este ninguneo es el poco peso español en el mundo; quien vea un mapa se dará cuenta de por qué no está España en el G 20 y sí lo está Canadá.
La propia Francia, menguada económicamente pero con peso político-militar, está en la primera división; y nosotros en regional.
La propia Francia, menguada económicamente pero con peso político-militar, está en la primera división; y nosotros en regional.
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