A propósito del concepto de desinformación que los contendientes utilizan, en las guerras, desde tiempo inmemorial pero más ahora por la mayor importancia de los medios, las potencias implicadas, las exigencias profesionales a los periodistas y la adscripción ideológica de estos. Este concepto va ligado al de información como dos caras de la misma moneda (véase la novela de Verne, Miguel Strogoff).
Realmente la naturaleza perversa de los grandes cárteles de poder, como el núcleo duro de los Bildelberg, está, entre otras cosas, en su deseo de reorganizar nuestra sociedad sin contar con nosotros y en la diversidad de sus intereses económicos. La desinformación es siempre parte fundamental de la intervención de los ejércitos que actúan por razones que a veces ni intuimos, pero que se enfrentan a los intereses contrapuestos; actualmente, al no haber guerra fría (USA vs URSS), estos son de naturaleza más difusa.
Se realizan intervenciones contra países soberanos acusándolos real o falsamente de masacrar a sus respectivos pueblos, de poseer armas de destrucción masiva o de preparar agresiones. Así las intervenciones en Yugoslavia, Irak y Libia; y claro, también la promoción descarada de pequeñas naciones sin Estado, como Kosovo ayer y Euskadi mañana, que una vez constituidas serán más receptivas a los intereses de las mafias.
Ahora ha saltado a la palestra el brutal atentado de Oslo y, tras una primera reivindicación de un grupo islamista que por lo visto lo hace siempre pero que se ha desdicho, el caso que se nos presenta es una comunión perfecta con ruedas de molino, que es digna tanto de Langley como de la Plaza Dzerzhinsky.
La policía ha relacionado la explosión de un bestial coche bomba, que ha destrozado el centro administrativo de Oslo, con un extraño francotirador en un campamento juvenil situado a poca distancia pero producido a las dos horas. La gente sitúa al francotirador, que ha sido capturado, en el lugar de la explosión a pesar de que ya sabemos lo fiables que son este tipo de reconocimientos (acordaos de las niñas de Alcàsser que las vieron en toda España).
El francotirador parece ser un individuo normal, algo retraído y con pocos amigos, tipo de resultados medios, de opiniones islamófobas y de autoproclamación como extrema derecha (sólo se sabe que visitaba una web extremista), con trabajo en una granja y cuya única falta hasta ahora había sido alguna multa leve de tráfico, siendo además socio de una logia masónica (en los países protestantes eso está bien visto) donde sólo admiten a personas respetables.
Realmente la naturaleza perversa de los grandes cárteles de poder, como el núcleo duro de los Bildelberg, está, entre otras cosas, en su deseo de reorganizar nuestra sociedad sin contar con nosotros y en la diversidad de sus intereses económicos. La desinformación es siempre parte fundamental de la intervención de los ejércitos que actúan por razones que a veces ni intuimos, pero que se enfrentan a los intereses contrapuestos; actualmente, al no haber guerra fría (USA vs URSS), estos son de naturaleza más difusa.
Se realizan intervenciones contra países soberanos acusándolos real o falsamente de masacrar a sus respectivos pueblos, de poseer armas de destrucción masiva o de preparar agresiones. Así las intervenciones en Yugoslavia, Irak y Libia; y claro, también la promoción descarada de pequeñas naciones sin Estado, como Kosovo ayer y Euskadi mañana, que una vez constituidas serán más receptivas a los intereses de las mafias.
Ahora ha saltado a la palestra el brutal atentado de Oslo y, tras una primera reivindicación de un grupo islamista que por lo visto lo hace siempre pero que se ha desdicho, el caso que se nos presenta es una comunión perfecta con ruedas de molino, que es digna tanto de Langley como de la Plaza Dzerzhinsky.
La policía ha relacionado la explosión de un bestial coche bomba, que ha destrozado el centro administrativo de Oslo, con un extraño francotirador en un campamento juvenil situado a poca distancia pero producido a las dos horas. La gente sitúa al francotirador, que ha sido capturado, en el lugar de la explosión a pesar de que ya sabemos lo fiables que son este tipo de reconocimientos (acordaos de las niñas de Alcàsser que las vieron en toda España).
El francotirador parece ser un individuo normal, algo retraído y con pocos amigos, tipo de resultados medios, de opiniones islamófobas y de autoproclamación como extrema derecha (sólo se sabe que visitaba una web extremista), con trabajo en una granja y cuya única falta hasta ahora había sido alguna multa leve de tráfico, siendo además socio de una logia masónica (en los países protestantes eso está bien visto) donde sólo admiten a personas respetables.
El individuo, de 32 años y buen deportista, al que no se le conoce otro entrenamiento militar que la mili y es poseedor de un rifle de caza y una pistola, ha debido de ser capaz de disparar con un rifle semiautomático hasta matar a 84 personas, (¿cuántas balas llevaría?) Ha debido de ser capaz de fabricar esa potente bomba con fertilizante detraído en la granja, sin que se sepa de donde ha sacado el iniciador y el temporizador.
Las víctimas del campamento juvenil intentaron huir y esconderse, pero ese "supersoldado" no perdonó. Otra vez como cuando Kennedy, la leyenda del loco solitario; pero no, no me lo creo, esto ha sido una operación militar hecha por un comando bien entrenado. Claro que nos preguntamos, ¿con qué objeto? Pues a lo peor, para dar excusas a una disminución mayor de nuestras libertades, restringir más las armas o cualquier otra que sirva a quienes nos mandan en la sombra.
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