Los mercados de deuda se nutren de las inversiones de millones de personas, pero esto no quiere decir que sean mercados perfectos y transparentes, al contrario, esos millones apuestan siempre a través de unas miles de instituciones financieras, donde delegan sus decisiones.
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Aun así, tampoco estas miles de instituciones tienen acceso directo a ese mercado, sino que esto se hace a través de unos cientos de operadores. Sin embargo, entre estos operadores destacan unos cuantos por su potencia inversora y su liderazgo; gente como Warren Buffet, George Soros o Ross Perot marcan la pauta, y lo hacen porque son dueños o controlan a las agencias de rating (agencias de calificación de riesgos).
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Entidades como Fitch, Moody's, Standard & Poors o Goldman Sachs, casi todas ellas propiedad de estos grandes inversores, son las que aconsejan sobre la calidad de la deuda e indican el precio.
No quiere decir esto que esas entidades calibren a los países como si estuviesen haciendo auditorías; todo el mundo sabe que, excepto unos pocos (Las Islas Caimán, Lichtenstein, Emiratos Árabes o Qatar), todos los demás países estarían quebrados siguiendo criterios contables empresariales (Alemania y USA también), pero son estados que tienen continuidad, recursos.
No; de lo que se trata es de estudiar el nivel de confianza; ya vimos los errores de las agencias respecto a Lheman Brothers y las hipotecas subprime.
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Los analistas no tienen confianza en la capacidad española o Italiana de realizar las reformas necesarias para crecer, crear empleo y pagar la deuda. Esto es lo que pasa: que Zapatero y Berlusconi no generan confianza y deben irse cuanto antes; les están dando patadas en nuestro culo.
La broma macabra de convocar elecciones para el 20 N no ha gustado a los mercados. A mi modo de ver, sería necesario establecer medidas de ahorro en todas las administraciones públicas, participaciones obligatorias de los trabajadores y funcionarios con garantía de recuperación del poder adquisitivo a 10 años, crear un nuevo contrato laboral para los nuevos trabajadores jóvenes, primando a las empresas que contraten parados de larga duración, mucho más flexible y facilitar el crédito a las pymes.
Entramos en una fase decisiva para el desenlace de la crisis en Occidente y particularmente en España; ya veremos cómo evolucionarán los acontecimientos.
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